Pequeños dictadores que convierten sus hogares en infiernos, tratan a sus padres de manera déspota y se han tornado en tiranos. Una situación que va en aumento.
No son mayores de edad pero son los verdaderos jefes de la familia. No son delincuentes comunes, pero pegan, amenazan, roban, agreden psicológicamente…Son los protagonistas del llamado “síndrome del Emperador”, un fenómeno de maltrato de hijos a padres que se ha instalado con fuerza en la sociedad. Aunque también existe un fenómeno similar que ocurre con adultos que maltratan a sus padres, especialmente ancianos. El Síndrome del Emperador tiene características distintas y ocurre con menores de edad en la mayoría de los casos.
Casi todos los expertos comparten la teoría de que los niños que maltratan a sus padres, es debido a que muestran carencias educativas o intervienen factores psicopáticos, pero otros sostienen que los factores educativos no se aplican en todos los casos. El asunto es preocupante toda vez que el fenómeno ha aumentado y se registra en el 2009 un aumento ocho veces superior a lo que ocurría el año 2000.
Es más inquietante al entender que sólo un 10% de los casos son denunciados y sobretodo que corresponden a los episodios más graves de este problema que afecta actualmente.
El fenómeno fue descrito y estudiado por un grupo médico encabezado por el psiquiatra Vicente Garrido, de la Universidad de Valencia. Se le llama Emperador, porque al igual que antaño lo hicieron estos personajes con sus súbditos, los niños con esta conducta se comportan como déspotas y tiranos con sus padres
La violencia que ocurre en los niños y jóvenes descritos en este síndrome se presenta más o menos desde los 7 años de edad y es ascendente.
Pasan de los insultos verbales a la desobediencia total, a la desconsideración y las mentiras abiertas. Luego, viene la agresión física, el romper objetos de la casa y se dan casos ya de asesinatos.
En general son niños y adolescentes provenientes de hogares de clase media, con ausencia de culpa por sus actos, sin conciencia y reacios a cualquier ayuda.
Los padres suelen pedir ayuda a la policía generalmente después de años de haber sufrido incidentes de violencia con sus hijos. No lo hacen antes por vergüenza, frustración y temor a ser juzgados en su competencia como padres.
Los expertos señalan que el fenómeno no es una enfermedad. No se trata de psicosis ni de esquizofrenia, simplemente de violencia desbordada.
Además, al contrario de lo que se podría suponer, la mayoría son niños y jóvenes que no proceden de hogares donde hay violencia.
Las razones que desatan la furia de los niños son de las más variadas y no son racionales.
El Dr. Vicente Garrido, psiquiatra español, ha descrito en su libro "Hijos tiranos: El síndrome del emperador", que los niños y jóvenes que maltratan a sus padres tienen un alto grado de insensibilidad emocional. "No se vinculan afectivamente con los demás, tienen poca capacidad para sentir amor y no les preocupan los sentimientos ajenos, pero no son psicópatas. Están convencidos de que sus padres no tienen legitimidad, ni poder, para castigarles, y no los temen".
Estos niños no piensan en los demás, no miden las consecuencias de sus actos, porque todo esto llega a suponer que todo gira en torno a ellos.
Por parte de algunos psicólogos podremos mostrar diversas opiniones, por ejemplo según Urra, si un niño "hace lo que quiere, piensa que todos a su alrededor son unos satélites, que a los dos años no ayuda a recoger los juguetes, que jamás se pone en lugar del otro, aprende que la vida es así y la madre es una bayeta que sirve para ir detrás de él".
Por esa razón cuando llegan a la adolescencia se dan los incidentes más violentos, han llevado 15 ó 16 años siendo consentidos en todo, y de pronto, los padres se desbordan y dicen no, la reacción es intolerable para alguien que siempre hizo lo que quiso.
Miguel Ángel Soria Verde, psicólogo forense y profesor del Departamento de Psicología Social de la Universidad de Barcelona, sostiene que "los niños van forzando los límites que les ponen los padres para poder encontrar los suyos. Si no los encuentran, no los tendrán". Toda oposición será vista como un atentado a su persona.
Los límites son básicos, cuando no existen, deviene el caos.
Aunque el fenómeno se conoce sólo hace pocos años, los especialistas coinciden que la vía judicial no es el mejor camino para ayudar, puesto que pueden ser afectados aún más, especialmente por lo que implica entrar en contacto con jóvenes con otro tipo de conductas delictivas.
Lo que se ha descubierto hasta ahora es que lo mejor es recurrir a instancias de participación con grupos educativos que impliquen la reeducación del menor, así como a la mediación interfamiliar e intergeneracional.
Nuevos tiempos, nuevos problemas. Aún se está ante la punta del iceberg de un asunto que va en aumento. Como para tomar medidas preventivas para evitar episodios peores.
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